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Llamada a Servir: Estefanía Amaya y su Viaje de Fe en la UNAC

La mañana apenas clareaba en Sabaneta cuando Estefanía Amaya Castro se alistó para un encuentro que cambiaría su vida. No fue un impulso, sino la respuesta a una búsqueda que ardía en su corazón desde la infancia. Su historia, tejida de contrastes y pruebas, es testimonio de la gracia que transforma.

De la prosperidad al vacío interior

Estefanía creció en un hogar económicamente estable, pero con una tristeza persistente que nunca supo explicar. A los 18 años dejó la casa paterna para formar un hogar junto a Andrés, su gran amor. La joven pareja conoció éxitos en los negocios, pero también crisis que los llevaron a mudanzas, deudas y noches sin rumbo. “Tenía todo, pero sentía un vacío que nada llenaba”, recuerda.

En su anhelo de respuestas, exploró caminos espirituales diversos: espiritismo, consultas con médiums y rituales que parecían ofrecer paz momentánea. Durante años creyó encontrar sentido en esas prácticas, hasta que el desvelo, la ansiedad y el consumo de marihuana revelaron que la sed del alma seguía insatisfecha.

El encuentro que cambió el rumbo de la vida de Estefanía

La Navidad de 2023 marcó un giro inesperado. Doña Ana, anterior propietaria de su finca, llegó y sin mencionar iglesia alguna le habló de Dios como la respuesta a sus problemas, la invitó a conocer a un Dios real y cercano. Sin ningún tipo de presión en una sencilla conversación con Biblia empezó su camino de aprendizaje que después se transformó en estudio bíblico. “Siempre creí que Dios tenía un propósito conmigo, aun sin entenderlo”, confiesa Estefanía.

Estefania amaya antes de conocer a Jesus y ahora que esta en su vida

La semilla creció. Un sábado, en la iglesia adventista de la Corporación Universitaria Adventista (UNAC), Estefanía sintió que el cielo se abría para ella: una torta de bienvenida, niños aventureros marchando y un versículo que la llamó a ser “pescadora de hombres”. Allí comprendió que su búsqueda había encontrado destino.

Una familia transformada

El cambio no tardó en llegar a su hogar. Andrés, su esposo, observó la serenidad nueva de Estefanía y decidió seguirla en el camino de la fe. Juntos, con sus tres hijas, se bautizaron y sellaron un compromiso de vida. “Ahora es como si Dios marcara el momento, el lugar, la hora. Yo solo vivo y espero”, dice con una sonrisa que ilumina su rostro.

Estefania Amaya junto a su esposo e hijas

Vocación en el campus

Hoy, a sus 31 años de edad, Estefanía cursa segundo semestre de Licenciatura en Educación Religiosa (LER), en la Facultad de Teología y Religión, en la UNAC. En octubre del 2024 estando en la iglesia recibió un impreso que hablaba de LER, y como había egresado de un colegio normalista pensó en lo ideal de ser maestro para enseñar a otros de Dios. Cada clase, cada maestro pastor, es para ella un sermón vivo. “La universidad es un regalo de Dios. Amo el campus, su ambiente, sus valores; aquí he encontrado mi misión”, afirma emocionada. Su anhelo es claro: servir a otros con la misma paciencia con la que Dios la llamó.

Estefanía Amaya es prueba viva de la esencia de la UNAC: educación que transforma vidas. Su relato invita a todos a creer que ningún camino está tan perdido que Dios no pueda redimirlo.

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